lunes, 15 de marzo de 2021

Diario de Alarma, Día 365

DÍA 365. UN AÑO DESPUÉS. 

Tal día como hoy hace justo un año empecé a escribir el Diario de Alarma (nombre inspirado en el estado de alarma). Aquel día 1 recibió el nombre de EL PÁNICO, y hoy, y no es porque lo haya escrito yo, creo que fue un nombre plenamente acertado. Una de las cosas con las que más contacto hemos tenido desde entonces hasta hoy, si se puede llamar cosa, ha sido el miedo e incluso su hermano mayor el pánico. Miedo, miedo, miedo... esta palabra resume lo que durante los 365 días pasados se han empeñado en difundir por todos los medios de comunicación posibles, y en mayor o menor medida a todos nos acabó afectando.

¿De que voy a hablar en este día 365? Un poco de cada cosa de las que pienso del año que pasó, sin importar el orden de aparición de los temas. La importancia se la dará cada cual.

El caso es que un año después seguimos en una suerte de estado de alarma al que no se le ve el final, y que no se sabe cuando lo tendrá. Todos queremos ver el final de este asunto, pero me pregunto, realmente que es lo que queremos, ¿recuperar la libertad o el final del virus?

En este año, hemos perdido nuestra libertad, muchos el trabajo, y hasta hemos visto como se ha maniobrado para que Internet esté cada día más controlado, incluyendo organizaciones paragubernamentales subcontratadas que se encargan de censurar o pseudocensurar (diciendo lo que consideran que es verdad o no, según su criterio) las redes sociales y lo que piensa o comparten los individuos. Y es que, tener un pensamiento crítico, hacerse preguntas o tener una opinión que difiere de la oficial parece que es ahora herético, y que te pone en una postura comprometida en la que puede llegar a juzgarse tu integridad psicológica. De esta forma, hay individuos que pueden preferir autocensurarse, evitando delatar sus auténticos pensamientos. No es un fenómeno nuevo, de todas formas.

Tal parece en este tiempo que a veces, los partidarios más estrictos de unas determinadas medidas de prevención se asocien con un determinado grupo, y los críticos con otra. Al final, la inmunidad de rebaño -rechazada como método contra el virus- quizá haya sido sustituida por la mente de rebaño, de la que casi nadie habla, pero que parece haber sido aceptada de buen agrado por algunos.

Volviendo a las ideas oficiales y la censura, es curioso que cuando te dicen, mediante las etiquetas que ponen los presuntos verificadores que lo que has compartido es un bulo, es muy curioso, usan siempre o casi siempre una expresión lapidaria, concreta y concisa, que consiste en decir: "NO, ES MENTIRA", sin añadir mucho más. Después deben de quedarse tan panchos. Es mentira, porque te lo digo yo. Chao.

Me recuerda todo esto a la Santa Inquisición y a los oscuros días de la Edad Media. De aquella el miedo también se infundía en las buenas gentes que sobrevivían como podían llenos de podredumbre y suciedad -la carne era una cárcel del alma- en sus casas, ocultos del maligno, o de las miradas perversas que pudiera causar una denuncia pública de tener tratos con aquel. Los medios de comunicación de la época eran las misas y demás... ¿No estaremos viviendo algo parecido?

En cuanto a nuestro amigo el virus, el maligno del siglo XXI, sigue por ahí. Las vacunas como era de esperar por su acelerado proceso de producción han causado problemas diversos, conocidos hasta ahora. Como puede leerse, ha habido trombósis y algún que otro ictus -repito que es público y puede buscarse-, pero aún así siguen presentándose como un antídoto tan milagroso como el agua bendita o confesar los pecados con el cura de turno. Al parecer los beneficios siguen siendo superiores a los riesgos, así que debemos estar agradecidos cuando nos toque vacunarnos.

En estos meses hay gente famosa y poderosa, y desconsiderada que se salta la cola de las vacunas, en lugar de aparecer públicamente dando ejemplo, vacunándose delante de una cámara de televisión. Obviamente si les vieramos en la tele vacunarse, alguno podría decir que lo que les inyectan no es la vacuna, si no cualquier otra cosa. ¡Qué desconsiderados!, así generan aún más ansiedad en la población.

Vacunarse a escondidas en países lejanos, o abusar del poder para saltarse la cola de la vacunación, lo único que hace es que el ciudadano medio tenga una cierta ansiedad por llegar al final de esa misma cola, aún sin haber visto imágenes de que los que se vacunaron fraudulentamente lo hayan hecho de verdad. Saltarse la cola es de mala gente. Pero el ser humano, que es así, tiende a adorar lo prohibido y oculto, lo que no ve, más que lo lícito y que le enseñan por la tele.

He de decir que de momento en la historia de la humanidad nunca nadie que se sepa ha conseguido matar un virus. De momento es imposible, sin embargo, los medios de comunicación se empeñan a diario en asociar la vacuna con la palabra INMUNIZACIÓN, ANTÍDOTO y similares. Hace poco en el telediario de una conocida cadena, escuché "los ancianos de la residencia (...) están felices porque ya han sido inmunizados".  Hasta 2021 pensaba que lo que hacían las vacunas era atenuar los síntomas, como pasa con la vacuna de la gripe y otras. Ciertamente en algunos casos conocidos, como la viruela o el sarampión (sobre todo la viruela), las vacunas lograron en la práctica evitar más contagios, alcanzando algo que podría parecer una inmunización, pero que en un sentido estricto no lo es. De hecho, aunque pocos, sigue habiéndo contagios de sarampión en el mundo... y lo que es más terrible, a día de hoy la población no es inmune a la viruela, si esta volviera a aparecer. De hecho, EEUU ha creado una reserva estratégica de vacunas de la viruela para su población.

Si incorrecto es decir inmunización, mucho peor es llamar antídoto a una vacuna. Los virus van a seguir siempre por ahí. Esos y otros. La gente seguirá muriendo, y la vida seguirá de alguna forma, porque no somos eternos.

Ahora vivimos en un mundo a medio gas. Por las noches el silencio es lapidario después de las 22:00, y la sensación de agobio y falta de libertad, cada día que pasa va siendo más asfixiante. Pero da igual, a quien le importa la libertad mientras podamos pedir la cena por Glovo y comprar una tele por Amazon.