miércoles, 5 de noviembre de 2025

Invasiones silenciosas, naves negras y cometas misteriosos

Hace un par de días, el misterioso visitante interestelar denominado como 3i/Atlas ha salido del perihelio, o lo que es lo mismo, de su travesía por el espacio más cercana al Sol. Desde los primeros días de su hallazgo por parte del sistema Atlas, y aún cuando no se sabía qué clase de objeto era, el grueso de la casta científica se ha afanado en ponerle la etiqueta de COMETA -así, en mayúsculas- en lugar de admitir tanto la ignorancia sobre lo que se había avistado, como la propia incapacidad de averiguar de qué se trataba, dejando pues de manifiesto la cerrazón supina, al menos de cara al público, de la ciencia actual.

Y de paso, me ha recordado esto a un episodio de la historia poco tratado o al menos no tan visto para el gran público. Ese episodio es el momento en el que Japón se abrió al mundo occidental después de varios siglos de política aislacionista, tumbando de un golpe el feudalismo japonés que se había prolongado hasta mediados del siglo XIX. Un momento, claro, que no fue ni elegido ni voluntario para los japoneses, todo lo contrario. Aquel aperturismo inesperado fue algo forzado contra la voluntad de los dirigentes y buena parte del pueblo nipón. Las islas japonesas llevaban cerradas a los occidentales (o casi, como veremos) más de 200 años en 1853, excepción hecha con los holandeses, que tenían un puesto comercial en la isla artificial de Dejima, en Nagasaki. El problema, había sido que los portugueses, que fueron los primeros occidentales que llegaron por aquellas tierras a hacer tratos, se propusieron también extender la religión católica por aquella parte del mundo.

Ilustración de la isla artificial de Dejima, en la bahía de Nagasaki, con la bandera holandesa ondeando.

Y aunque la cosa empezó de forma más o menos pacífica, y la religión católica ganó adeptos de forma progresiva, con el tiempo terminaron por surgir recelos entre la clase dominante. Así, en el siglo XVII estalló una rebelión popular de corte cristiano contra el daimyo (señor de la guerra local) de la región de Shimabara, que fue brutalmente reprimida con el apoyo de los holandeses -que deseaban ocuparse de las operaciones comerciales por allí en lugar de los portugueses-. De hecho, los señores de la guerra japoneses sospechaban que los portugueses (con España indirectamente también en el ajo) habían apoyado la revuelta, así que decidieron expulsarlos de sus sagradas islas, cerrando sus fronteras a las influencias occidentales, iniciando la política de estado cerrado, que se conocería como "Sokaku".

Los holandeses, en el mejor momento de su historia, quedaron allí como la única potencia extranjera occidental, con el único interés de comerciar, no como sus rivales portugueses, que además pretendían exportaban la religión católica. Ya en el siglo XIX, el rey Guillermo II de Holanda, trató de extender el comercio holandés por todo el territorio japonés, sin embargo la idea fue rotundamente rechazada por los nipones. En este momento, mediados del siglo XIX, todavía continuaba el shogunato de Tokugawa, vigente desde hacia 3 siglos. El shogunato, era resumidamente el gobierno de un caudillo militar hereditario (shogun) presuntamente nombrado por el emperador, que era una figura prácticamente simbólica. De hecho, los portugueses comparaban al emperador japonés con un papa, con poderes meramente estéticos. No mucho después de la propuesta holandesa, llegaría otro intento de abrir Japón, de más allá del océano.

Tokugawa Ieyoshi, shogun en la época de la llegada del comodoro Perry a la bahía de Edo.

Los gobernantes japoneses, eran en suma, y hablando claramente, una serie de gangsters y terratenientes temerosos del mundo exterior, que sabían muy bien lo que estaba sucediendo en otras partes de Asia, mientras tenían sumido al pueblo en una prolongación de la Edad Media, en la que ellos seguían teniendo el poder y el control omnímodo. La información que tenían los miembros del bakufu (el gobierno del shogun) hablaba de que los rusos se acercaban cada vez más en dirección a Corea a través de Siberia, que los británicos habían subyugado a la celestial China a base de opio y habían establecido colonias en otras partes de Asia, y que los holandeses también aumentaban su poder por el sur. Así, que en general, las islas japonesas estaban quedando cercadas de puestos "bárbaros" como llamaban a los occidentales y en peligro más que real de ser también colonizadas por los "nanban" (palabra con la que hacían referencia a portugueses y españoles, por extensión a todos los "bárbaros" occidentales. Realmente nanban significa "bárbaros del sur", que era por donde llegaban los barcos de los portugueses y otras naciones).

Ilustración japonesa de los "negros navíos" de los norteamericanos.

La decisión del gobierno de señores de la guerra japoneses fue la de continuar con el aislacionismo, a ultranza, casi ignorando -o sin casi- lo que sucedía en el mundo exterior, dejándolo correr, con la esperanza de que pasara de largo sin causar problemas. Hay que tener en cuenta que ellos eran samurais, guerreros de una larga estirpe de descendientes de otros guerreros, muy orgullosos y dispuestos a cometer sepukku haciéndose el hara-kiri si era necesario, y que no iban a asustarse fácilmente. Mejor eso, claro, y mantener las viejas estructuras de poder, y el orden social que llevaban manteniendo tantos siglos que enfrentarse a una modernización en la que quizá no toda la élite de entonces encontrase cabida. Aferrándose así como fuera a lo único que habían conocido siempre

Fotografía del comodoro Mathew E. Perry.

Pero, un buen día, concretamente el viernes 8 de julio de 1853, aparecieron 4 grandes, oscuros y modernos barcos de guerra en la bahía de Edo (actual Tokio), con tan malos augurios para el shogunato Tokugawa, como parecía. Los navíos japoneses, tipo junco, de vela, poco podían compararse con aquellos barcos de vapor, con chimeneas que lanzaban negras volutas de humo al aire del carbón empleado para mover sus maquinas, haciéndolos independientes del viento y las corrientes, y bien armados con modernos cañones. La poco pacífica visita venía del otro lado del océano Pacífico, desde EEUU, y los barcos venían al mando del comodoro Mathew E. Perry, cuyo objetivo era forzar a los japoneses a abrirse al exterior. Los japoneses primero rechazaron tratar con el, la respuesta del comodoro Perry fue la de que arrasaría Edo a cañonazos si no le dejaban atracar allí y hacer entrega de la misiva del gobierno de los EEUU. Las cosas han cambiado poco o nada desde entonces, las cosas al final en política internacional siempre se arreglan a base de demostraciones de fuerza (es decir, a ver quien la tiene más grande, o a base de ostias si hace falta).

Fotografía coloreada de las últimas tropas samurais, pocos años después de la primera visita de Perry. En poco tiempo serían sustituidos por soldados

Y poco más hace falta ya decir. La Edad Media japonesa, así llamada de forma muy bruta, se terminó por el contacto de unos gangsters con el de otros gansters que tenían la escopeta más grande. La era de los shogunes, daimyos y samurais tocaba abruptamente a su fin así. Pero la moraleja es que el aislacionismo a ultranza, y la política de quedarse recluido dentro de las fronteras de los dominios de uno mismo, es algo tan voluble como la protección que nos podría dar una cortina de humo.

Por lo del 3i/Atlas, del que la información va llegando a cuentagotas y su relación con toda esta aventura japonesa, la relación para los más observadores, o conspiranoicos puede parecer cierta o lejanamente evidente. El 3i/Atlas es un objeto interestelar detectado en julio de 2025, que viene de fuera del sistema solar (de ahí interestelar). Y por ponerle un nombre le han llamado "cometa" desde el principio de su descubrimiento, parece que por falta de otro nombre, por no admitir la incapacidad para saber lo que era, o por la incapacidad de reconocer la propia ignorancia.

Pero la ciencia, no es aquello que nos dicen unos señores vestidos de traje y corbata. Y ya está. No. La ciencia es la búsqueda de la verdad, del conocimiento, y de ser cada día menos ignorantes. Claro está, que si no se acepta la ignorancia sobre algo, es imposible que alguna vez se deje de ser un ignorante. Porque no hay cosa más ignorante, que aceptar sin reservas lo que alguien que se presenta como superior a nosotros nos dice como que si fuera la verdad absoluta. Eso, no es ciencia, es FE, que precisamente es lo más radicalmente en contra de la ciencia.

¿Qué será ese cuerpo interestelar detectado? Pues no lo sabemos, lo más probable es que nunca se sepa. Pero, ¿y si de repente fuera una negra nave y se acercase a la tierra? ¿pasaría lo mismo que con los samurais y los yankis?


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Bibliografía:

- Breve historia de Japón, Mikiso Hane, Alianza Editorial. Madrid 2003.

- La creación de Japón, 1853-1964, Ian Buruma, Mondadori. Madrid 2003.